domingo, 26 de julio de 2015

Uxue Barcos.



El rechazo y hasta el horror que provoca el nuevo gobierno de Navarra presidido por Uxue Barkos a la derecha neonacional-católica era del todo previsible; pero,también lo era previsible en esa izquierda vaporosa y autotitulada de pragmática, realista, seria, y que yo adscribo no tanto al PSOE como al emporio informativo y cultural de Prisa, esto es, esa clase media-alta española que reniega de boquilla del patrioterismo ramplón y nostálgico del PP, que presume de culta y hasta de cosmopolita, a la que no le duelen prendas reconocer la diversidad cultural y lingüística de España, si bien siempre “dentro de un orden”, pero que luego en el fondo comparte la mayor parte de sus impulsos y atavismos identitarios alrededor de una idea decimonónica de España porque, para qué engañarnos, el trasfondo socio-cultural de esa burguesía progre y los millones de émulos de ésta, es prácticamente el mismo. No obstante, ingenuo de mí, me sigue llamando la atención cómo tanto progre bienpensante que gusta de blasonar un pasado antifranquista e incluso de haber militado en extremismos varios hasta llegar a la izquierda a la que me refería antes, la de los dos dedos de frente y la asunción de todo lo que haya habido que asumir para poder hacer una política de mínimos a cambio de mantener la esencia del viejo orden franquista, todo atado y bien atado, cuando dirige la mirada hacia Navarra no puede evitar asumir aquella famosa frase de Calvo Sotelo sólo que a la inversa: “antes facha que rota”. Sólo así se entiende la complacencia, por no decir complicidad como bien quedó claro con la orden desde Ferraz de romper el pacto que el PSN acababa de cerrar con Nafarroa Bai en su momento, de esa izquierda pragmática y seria con la derecha más cerril y reaccionaria de toda España, la cual, si por algo ha destacado en los casi treinta años que lleva en poder de las instituciones navarras es por su sectarismo (la política cultural el mejor ejemplo de ello), clientelismo (la denuncia del trato especial que otorgaba la consejera Goicoechea a ciertas empresas amigas), corrupción a todos los niveles (el caso de la CAN y las famosas dietas entre otros), un antivasquismo consistente en despreciar y marginar una parte esencial de la propia identidad navarra, empezando por eso que las crónicas medievales llamaban “linguae navarrorum”, una negación sistemática y oficializada de esa entidad socio-cultural que la mayoría de los padres y abuelos carlistones de los actuales dirigentes de UPN no tenían empacho alguno en calificar de Euskal-Herria, siquiera en contraposición a la Euzkadi del bizkaitarrismo, el cual si en algo ha sido separatista lo ha sido en separar a los vascos-navarros antes que otra cosa, un término que además no suponía negación alguna de esa otra entidad histórica mayor llamada España, y ya para terminar una reivindicación directa e indirecta de Navarra como embrión de lo que dieron en llamar Santa Cruzada contra la República Española y de ahí su rechazo furibundo, enfermizo, a una ley histórica en la que la mayoría de sus mayores, siquiera ya sólo intelectualmente, aparecen como lo que fueron, los asesinos de más de tres mil personas en una tierra que fue sobre todo de retaguardia durante la Guerra Civil. Pues es precisamente con esta derecha poscarlista y guerravicilista con la que la progresía jacobina ha vivido tan cómodamente, recordemos las buenas migas que hacían Zapatero y Sanz, a diferencia de su airada reacción contra el recién estrenado gobierno de coalición de Geroa Bai, EH-Bildu, Podemos y Izquierda-Ezkerra, un gobierno cuyas directrices quedaron perfectamente marcadas por su presidenta Uxue Barkos durante el discurso de investidura, y en el cual reconoció ser una presidenta abertzale en una comunidad en la que los suyos siguen siendo minoría. Un discurso de buenas intenciones de un gobierno que no se propone imponer nada que no quiera la mayoría de los navarros, que promete gobernar para todos y no para los propios como han hecho los otros durante décadas, que se propone defender y promover la lengua vasca como patrimonio que es de Navarra a diferencia del trato recibido hasta ahora como si fuera una lengua ajena, una molestia o un peligro para no sé sabe bien qué integridad de la nación española, un discurso en el que Barkos habló por primera vez de emergencia social, de la urgencia de asistir a los más perjudicados por la crisis, de acabar con esa economía de amigotes a escala navarra, de acabar con el derroche en proyectos como el macroproyecto de Los Arcos en detrimento de todo lo demás, de profundizar en la democratización de las instituciones forales a todas las escalas. En fin, un discurso que no debería ser ajeno y todavía menos hostil a cualquier persona que creyera de verdad en esa concepción de España como un crisol de culturas, una suma de identidades diferentes en un proyecto común, la diversidad de la misma como su mayor riqueza frente a esa otra de España como una Castilla ampliada y todo lo demás folklore más o menos molesto o un peligro en potencia, y todavía menos a alguien con cierta conciencia social, de izquierdas o ya sólo democrática. Pues no, parece ser que a los señoritos progres biempensantes que tienen a EL PAÍS como biblia de cabecera y miran a todos los demás por encima del hombro en la convicción de que la suya es una verdad revelada por Vargas Llosa, Savater, Felix Azua, Barbería y demás apologistas del jacobinismo vergonzante, la alternativa vasquista y de izquierda a los sucesores de la derecha católico-integrista y cunetera navarra es lo peor que le ha podido suceder a España, un paso adelante en la desmembración de la misma, la entrega del viejo Reyno al nacionalismo cateto y etnomaniático como sólo puede serlo todo aquel que no coincida con el suyo propio, el jacobinismo uniformador y cosmopaleto como pocos, el único que hasta se puede permitir el lujo de no reconocerse como tal, como un nacionalismo además por imperativo legal, el del BOE y la Roja ,y todo lo demás el caos o algo por el estilo. Pues eso, España antes facha que rota.
                                                                       Angel Varela Garcia.

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