jueves, 27 de marzo de 2014
HOMENAJE A JOSÉ BERGAMIN
Angel Varela ha compartido la foto de Into The Wild Union.
HOMENAJE A JOSÉ BERGAMÍN
Se echa de menos a figuras como José Bergamín, que se atrevió a desafiar al poder político y económico, señalando que la Transición sólo era una farsa orquestada por el régimen franquista para garantizar la impunidad de los verdugos y los privilegios de las oligarquías. Desde muy joven, Bergamín tuvo muy claro la necesidad de ser radical y evitar las medias tintas: “Cuando pienses, mejor o peor, no lo hagas nunca a medias”. Hijo de un ministro de la Restauración, sus convicciones comunistas convivieron con un catolicismo heterodoxo y peculiar (“con los comunistas hasta la muerte… pero ni un paso más”). Durante la Segunda República, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, trasladó a Valencia una selección de obras del Museo del Prado para evitar su destrucción durante los bombardeos de la aviación franquista y encargó a Picasso un mural para el pabellón español de la Exposición de París. Picasso respondió con el célebre Gernika, que enseguida se convirtió en símbolo de la barbarie fascista. Al finalizar la guerra, Bergamín se exilió a México, pero en 1958 regresó a España. Su oposición al régimen le costó el acoso de grupos parapoliciales, que quemaron su apartamento y le amenazaron de muerte. Lejos de intimidarse, en 1963 encabezó una carta dirigida a Manuel Fraga y firmada por cien intelectuales, donde le acusaban de ser el responsable de las torturas cometidas contra los mineros asturianos en huelga. Poco después, protagonizó una polémica con Torcuato Luca de Tena, director del ABC, que le contestó con un artículo infame: “Pepito Bergamín es blando, viscoso y correligionario de comunista y analfabetos”. Fraga ordenó su expulsión al extranjero y Bergamín inició su segundo exilio. No volverá hasta 1970, con el mismo ánimo combativo y sin la intención de morderse la lengua. En 1976, publica “El Franquismo sin Franco” y en 1978 “La Confusión Reinante”. Ambos artículos le cuestan procesos judiciales y la exclusión de los grandes medios de comunicación. Aislado y sin recursos económicos, comienza a colaborar con Punto y Hora y, algo más tarde, con Egin. En Madrid, sólo es un poeta maldito y olvidado. Después de sufrir una caída y romperse el cuello del fémur, viaja con su hija Teresa a un pueblo de la sierra de Huelva y escribe un poema que más tarde se grabará en su lápida de Hondarribia: “Fui peregrino en mi patria / desde que nací. / Y lo fui en todos los tiempos / que en ella viví. / Lo sigo siendo, al estarme / ahora y aquí, / peregrino de una España / que ya no está en mí. / Y no quisiera morirme / aquí y ahora / para no dar a mis huesos / tierra española”. El 9 de septiembre de 1982 se traslada a Euskal Herria y se instala en Donostia. Al igual que Alfonso Sastre y Eva Forest, recibe numerosas muestras de afecto y solidaridad. Siente que por fin está en casa y continúa escribiendo, sin desviarse de sus planteamientos. Sus artículos le acarrean nuevos procesos judiciales y acentúan su demonización. Es la época del felipismo y la Movida. Malos tiempos para los poetas que escriben sin miedo. Se le propone para el Cervantes, pero se descarta su candidatura por su perfil irreverente, revolucionario y antimonárquico. Se niega a ser hospitalizado cuando se le diagnostica un proceso neuromuscular degenerativo. Muere consciente y lúcido el 28 de agosto de 1983, atendido en su domicilio de Donostia por su hija Teresa: “La mayor pena es morirse / sea la muerte que sea. / Yo me moriré de pena / de tenerme que morir, / me muera como me muera”.
El primer artículo de José Bergamín en Euskal Herria apareció en un folleto que conmemoraba el segundo aniversario del diario Egin. Se titulaba “El interregno” (1975-1979) y su descripción de ese período podría aplicarse al presente, sin alterar una coma: “El Gobierno llama apología del terrorismo a la resistencia contra el terror. Olvida que el tinglado de esta farsa constitucional se ha montado expresamente para estabilizarlo. No había otro medio mejor para continuar el franquismo. Esta continuidad que desgobierna a España desde hace cuatro años es un proceso ascendente de monopolización de la violencia aterradora del Estado (que diría el inefable profesor Fraga): del Estado, por el Estado y para el Estado. La definición misma del fascismo. El fascismo reina en España, desgobernándola por la confusión, desde la muerte del caudillo, el año 1975”. En 2014, la España negra y tridentina conserva su poder y ha lanzado una guerra contra los pueblos y los ciudadanos. Me atrevo a pronosticar –rescatando algunas de sus frases- lo que habría escrito hoy José Bergamín, amigo de “analfabetos y comunistas”: Salid a la calle y alzad el puño, “porque dentro del puño se nos ha metido el corazón”. Salid a la calle por la libertad de los pueblos. Llevamos soportando casi ochenta años de “paz militar”, aguantado a Franco, “ese ecce homo irrisorio”, y al Borbón, “borboneando a su santa voluntad y a su realísima gana”. Debemos poner fin a esa locura. “La razón de Estado no es racional ni razonable porque no es la razón ni pura ni práctica sino su sueño: la más aterradora de las pesadillas monstruosas”.
Rafael Narbona
Se echa de menos a figuras como José Bergamín, que se atrevió a desafiar al poder político y económico, señalando que la Transición sólo era una farsa orquestada por el régimen franquista para garantizar la impunidad de los verdugos y los privilegios de las oligarquías. Desde muy joven, Bergamín tuvo muy claro la necesidad de ser radical y evitar las medias tintas: “Cuando pienses, mejor o peor, no lo hagas nunca a medias”. Hijo de un ministro de la Restauración, sus convicciones comunistas convivieron con un catolicismo heterodoxo y peculiar (“con los comunistas hasta la muerte… pero ni un paso más”). Durante la Segunda República, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, trasladó a Valencia una selección de obras del Museo del Prado para evitar su destrucción durante los bombardeos de la aviación franquista y encargó a Picasso un mural para el pabellón español de la Exposición de París. Picasso respondió con el célebre Gernika, que enseguida se convirtió en símbolo de la barbarie fascista. Al finalizar la guerra, Bergamín se exilió a México, pero en 1958 regresó a España. Su oposición al régimen le costó el acoso de grupos parapoliciales, que quemaron su apartamento y le amenazaron de muerte. Lejos de intimidarse, en 1963 encabezó una carta dirigida a Manuel Fraga y firmada por cien intelectuales, donde le acusaban de ser el responsable de las torturas cometidas contra los mineros asturianos en huelga. Poco después, protagonizó una polémica con Torcuato Luca de Tena, director del ABC, que le contestó con un artículo infame: “Pepito Bergamín es blando, viscoso y correligionario de comunista y analfabetos”. Fraga ordenó su expulsión al extranjero y Bergamín inició su segundo exilio. No volverá hasta 1970, con el mismo ánimo combativo y sin la intención de morderse la lengua. En 1976, publica “El Franquismo sin Franco” y en 1978 “La Confusión Reinante”. Ambos artículos le cuestan procesos judiciales y la exclusión de los grandes medios de comunicación. Aislado y sin recursos económicos, comienza a colaborar con Punto y Hora y, algo más tarde, con Egin. En Madrid, sólo es un poeta maldito y olvidado. Después de sufrir una caída y romperse el cuello del fémur, viaja con su hija Teresa a un pueblo de la sierra de Huelva y escribe un poema que más tarde se grabará en su lápida de Hondarribia: “Fui peregrino en mi patria / desde que nací. / Y lo fui en todos los tiempos / que en ella viví. / Lo sigo siendo, al estarme / ahora y aquí, / peregrino de una España / que ya no está en mí. / Y no quisiera morirme / aquí y ahora / para no dar a mis huesos / tierra española”. El 9 de septiembre de 1982 se traslada a Euskal Herria y se instala en Donostia. Al igual que Alfonso Sastre y Eva Forest, recibe numerosas muestras de afecto y solidaridad. Siente que por fin está en casa y continúa escribiendo, sin desviarse de sus planteamientos. Sus artículos le acarrean nuevos procesos judiciales y acentúan su demonización. Es la época del felipismo y la Movida. Malos tiempos para los poetas que escriben sin miedo. Se le propone para el Cervantes, pero se descarta su candidatura por su perfil irreverente, revolucionario y antimonárquico. Se niega a ser hospitalizado cuando se le diagnostica un proceso neuromuscular degenerativo. Muere consciente y lúcido el 28 de agosto de 1983, atendido en su domicilio de Donostia por su hija Teresa: “La mayor pena es morirse / sea la muerte que sea. / Yo me moriré de pena / de tenerme que morir, / me muera como me muera”.
El primer artículo de José Bergamín en Euskal Herria apareció en un folleto que conmemoraba el segundo aniversario del diario Egin. Se titulaba “El interregno” (1975-1979) y su descripción de ese período podría aplicarse al presente, sin alterar una coma: “El Gobierno llama apología del terrorismo a la resistencia contra el terror. Olvida que el tinglado de esta farsa constitucional se ha montado expresamente para estabilizarlo. No había otro medio mejor para continuar el franquismo. Esta continuidad que desgobierna a España desde hace cuatro años es un proceso ascendente de monopolización de la violencia aterradora del Estado (que diría el inefable profesor Fraga): del Estado, por el Estado y para el Estado. La definición misma del fascismo. El fascismo reina en España, desgobernándola por la confusión, desde la muerte del caudillo, el año 1975”. En 2014, la España negra y tridentina conserva su poder y ha lanzado una guerra contra los pueblos y los ciudadanos. Me atrevo a pronosticar –rescatando algunas de sus frases- lo que habría escrito hoy José Bergamín, amigo de “analfabetos y comunistas”: Salid a la calle y alzad el puño, “porque dentro del puño se nos ha metido el corazón”. Salid a la calle por la libertad de los pueblos. Llevamos soportando casi ochenta años de “paz militar”, aguantado a Franco, “ese ecce homo irrisorio”, y al Borbón, “borboneando a su santa voluntad y a su realísima gana”. Debemos poner fin a esa locura. “La razón de Estado no es racional ni razonable porque no es la razón ni pura ni práctica sino su sueño: la más aterradora de las pesadillas monstruosas”.
Rafael Narbona
Angel Varela Garcia.
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