martes, 11 de agosto de 2015

La persecucion sistemática del euskara por Francia y el Vaticano.Y (III).


La persecución sistemática del euskara por Francia y el Vaticano (y IIII)

A nivel individual la Iglesia Católica y Protestante ha dado grandes escritores e impulsadores del euskera, un listado sería casi interminable como impagables sus aportaciones: B. Etxepare, Pedro Agerre “Axular”, J. Leizarraga y casi todos los miembros de la escuela de Sara, además de A. Mogel, Aita Larramendi, A.Kardaberaz, S.Mendiburu, J.Aristimuño “Aitzol”, Esteban Urkiaga “Lauxeta”, Txomin Agirre, M.R. Azkue, o más recientemente, Bitoriano Gandiaga o Luis Villasante entre muchos otros.
A nivel de enseñanza de la Biblia, los franciscanos de Zarautz predicaban en un “vascuence inteligible, limpio y bien ordenado” según comenta Aita Larramendi –jesuita del s.XVII-, sin embargo los poderosos jesuitas predicaban en euskera pero enseñaban en sus colegios en castellano.
Pero como Estado, el Vaticano casi nunca fue favorable al euskera, otra cosa ha sido la actuación de la Iglesia parroquial –desoyendo a su jerarquía o evitándola-. La Iglesia Católica zonificó Alta Navarra o Alaba según el porcentaje de hablantes del romance navarro o castellano (daba igual que fueran bilingües), barriendo para los romanzados, despreciando el euskera y predicando en romance, tratando demasiadas veces al idioma ancestral de los nabarros como un idioma de incultos, primitivo, de ignorantes y retrasado.
En general, se puede decir que a la represión escolar se unió la Iglesia Católica oficial o vaticanista, salvo cuando tuvo que combatir el protestantismo, así, el obispo de Calahorra, el alabés Juan Bernal Díaz de Lupo, fue el primero en mandar predicar en euskera (1544-1555). La Iglesia vaticanista contribuyó de forma clara y definitiva a la ocupación militar del reino de Nabarra (tanto la Nabarra Occidental en el siglo XII como la Nabarra medular en el siglo XVI), por tanto y desde el principio, siempre se posicionó a favor del idioma del imperialismo (del que tenía el poder) y contra del idioma natural del reino.
En siglo XII, la Iglesia ya intentó dar una imagen de gente primitiva y mal cristiano de los nabarros con el “Codex Calistinus” o “Liber Peregrinationis” de Aymeric Picaud, así, Tomás Urzainqui, como hicieran otros historiadores antes, señala: “Aimeric Picaud –seudónimo que parece ocultar a personales de la aristocracia eclesiástica- con su obra-libelo Codex Calixtinus preparó a la opinión europea, al modo de las actuales campañas de intoxicación mediática, para una agresión definitiva contra Navarra”. La Inquisición que introdujo el rey aragonés Fernando el Falsario en Nabarra tras la invasión en el siglo XVI, contribuyó a dar de nuevo una imagen de “primitivización” de la gente euskaldun o vasco parlante.

Facsímil del Codex Calixtinus de Aymeric Picaud (Iturria: http://www.codexcalixtinusfacsimil.com)
Algo similar ocurrió con la Inquisición en Francia. Se mandaron quemar en la hoguera a 40 personas en Lapurdi en 1575 y hubo otras sentencias de brujas en Iparralde en 1575 y 1576, pero el comienzo de siglo XVII fue un auténtico reguero de sangre en estas tierras vascas gracias a la Iglesia Católica Vaticana y su Inquisición. Pierre Lancre se hizo jesuita en Turín, en 1582 lo nombraron consejero del Parlamento de Burdeos y en 1609 aceptó mediar en un conflicto secular, el de los Urtubia con los vecinos de Donibane Lohitzune. Se lo pidió el rey Enrique III de Navarra (IV de Francia) poco antes de ser asesinado por un sicario del Vaticano y de los jesuitas, recomendado así por su capellán Bertrand Echauz, de Baigorri, bajo-navarro también. Los Urtubia de Urruña, originarios de Alzate en Bera (Alta Navarra), reclamaban los derechos de un puente. En principio sería un episodio más de las Guerras de Banderizos, pero Lancre fue más allá de su cometido inicial.
Comenzó su investigación sobre la brujería en el País Vasco con la ayuda de una joven vidente de 17 años, llamada Morguy, la cual lograba identificar, gracias a la coloración de la piel, a los humanos que habían sido ungidos por el demonio, el stigma diaboli, la marca del diablo, marca que las brujas llevaban en lugares «muy secretos».
Mediante este infalible procedimiento, en 1610 Pierre Lancre quemó en Lapurdi 600 mujeres, niñas/os de corta edad y sacerdotes en sólo 4 meses, acusados todos de brujería. La locura o el genocidio, sólo fue detenido por los hombres que volvían de pescar en Terranova. La falta de maridos, alegaba el Inquisidor francés, era lo que provocaba estos casos de brujería entre las mujeres que quedaban en puerto y practicaban la brujería para tener noticias de sus maridos y mantener relaciones sexuales.
Otro elemento que empujaba a la herejía a los vascos, según Lancre, era la tendencia de los naturales a los bailes y fiestas, en los que también participaban los curas. Lancre llegaba en su paranoia a argumentar que la abundancia de hechiceros y brujas en el País Vasco era porque en las misiones católicas de las Indias y del Japón los habían expulsado previamente de esas tierras y, por razones desconocidas, se habían refugiado en el país de los vascos. Lo curioso del caso es que el que había comenzado la predicación católica y el misionado en esas lejanas tierras de Asia en el siglo anterior era el nabarro agramontés Francisco de Xabierr (tal y como firmaba él), miembro destacado de una de las familias rebeldes principales al ocupante español.
Lancre dejó escrito que en el País Vasco “hay más brujas que en toda Francia”. Lo mismo ocurría en el sur, donde había más brujas que en todo el Imperio castellano como en Zugarramurdi. Para Lancre el hecho probatorio de la culpabilidad de los vascos era aplastante: “Los vascos no se sienten franceses, ni tampoco españoles. Por tanto, no pueden ser cristianos”.
Morguy y Lancre lograron “desenmascarar” a 3.000 brujos y brujas vascas. Lancre creía que en un akelarre se habían reunido en Hendaia 12.000 personas. De Terranova llegaron entre 5.000-6.000 hombres de la caza de la Ballena y lograron parar la masacre expulsando al fanático genocida.
Tal y como afirma el antropólogo español Caro Baroja en su libro “Los vascos”: “es posible que en las persecuciones sistemáticas de un seglar como Pierre Lancre, hubiera intención política, más o menos velada, de espíritu centralizador”. Los motivos políticos son muy evidentes. La entrada definitiva de la inquisición y sus peores años (incluida la excomunión), coincide con la conquista de Alta Navarra (1512-24) y de Baja Navarra-Beárn-Foix, la cual que se plasmó definitivamente con la invasión de las tropas francesas de 1620.
La influencia de la Iglesia Católica en aquella sociedad es mayor de lo que la gente puede percibir hoy en día. Koldo Zuazo en su libro “euskalkiak, herriaren lekukoak”, relata como en el valle del alto Deba (Bergara, Arrasate-Mondragón, Aretxabaleta, Eskoriatza y Leintz-Gatzaga), el obispado de Vitoria del que dependía toda Gipuzkoa incluido este valle anteriormente bizkaino, mandaba en el siglo XIX curas nativos, pero sin respetar el euskera bizkaino que se habla en la zona. La consecuencia fue que los naturales de ese valle se acostumbraron al euskera gipuzkoano el cual se convirtió en el euskera de relación entre las clases altas y el euskera de escritura y lectura habituales, considerando a aquellos que sólo hablaban bizkaino como gente iletrada y el dialecto bizkaino como inferior al dialecto gipuzkoano.
Es representativo de la persecución que sufre el euskera, el hecho que desde el siglo XVI (el de la conquista de Alta Navarra) hasta 1904, no se pudiera inscribir nombre alguno en euskera en registro alguno, consintiendo ese año la Iglesia Católica en hacerlo, no pudiendo inscribir el nombre en los registros civiles españoles hasta 1930, cambiados después por nombres que “no ofendieran” a la gran nación española en 1936, año del alzamiento militar de la derecha española y posterior nueva represión sobre el pueblo vasco, prohibiéndose de nuevo la inscripción de nombres en euskera e incluso el uso del euskera en cualquier ámbito durante toda la dictadura nacional-española.
CONCLUSIÓN
Las naciones francesa y española son el fruto de centurias de violencia armada ejercida sobre todos los territorios y naciones conquistados y sometidos a sus mortales ejércitos y su posterior administración, educación y jueces colonialistas. La imposición cultural y nacional se hizo con la fuerza que tiene el conquistador sobre el conquistado (lingüicidio) y para lograr más poder, el que da una nación superior en número y más violenta (nacionicidio), que además se creía tenía la obligación de dominar a las demás para que estas se “ilustraran” también.
“Al morir el último rey carolingio de los francos en el 987, fue elegido rey Hugo Capeto. Se le corona como rey de los galos, de los bretones, los daneses, los godos, los habitantes de la Marca Hispánica y de los wascones. En otros territorios –que componen hoy Francia- ni siquiera le reconocían formalmente como rey. Muchos eran, pues, los pueblos que habitaban e suelo “francés”, no había ejército ni armada nacionales, ni administración, o ley común, ni cuerpo de funcionarios nacionales. Uno tras otro todos estos pueblos han sido suprimidos o incorporados e integrados contra su voluntad en la grande y única nación sin piedad alguna, por la fuerza de las armas.
Recordemos brevemente algunos destacados ejemplos: la cruzada contra los albigenses hasta la radical extirpación de la herejía por los Capetos y el proceso que culmina con las matanzas, derrota y posterior expulsión de los hugonotes, todo ello antes de 1789. A partir de esa fecha y ya bajo bandera republicana las guerras sin cuartel contra las antiguas “provincias” (“pueblos genuinos, con cultura y leyes propias”) hasta sustituirlos por departamentos a fin de hacer más fácil la penetración y la dominación estatal de la mano de funcionarios eficientes. Luego la escolarización obligatoria y gratuita (en francés por supuesto) y el servicio militar obligatorio. Con esta y otras medidas semejantes culmina el proceso de afrancesamiento y se consuma una forzosa política de uniformización: lenguas tradicionales acusadas como dialectos de atrasados, vida y cultura de pueblos rebajados a espectáculo folklórico para disfrute y consumo del civilizado turista parisino. De las entrañas del estado, como Minerva de la cabeza de Júpitar, ha surgido a sangre y fuego la nación francesa (…)” Joseba Ariznabarreta “Pueblo y Poder” pág 219-220.
Ortega y Gasset (Madrid 1883-1955) explicaba así como se crean los Estados nacionales actuales de Francia y España en su libro “La rebelión de las masas”: “No ha sido la previa comunidad de sangre, porque cada uno de esos cuerpos colectivos está regado por torrentes cruentos muy heterogéneos. No ha sido tampoco la unidad lingüística, porque los pueblos hoy reunidos en un Estado hablaban, o hablan todavía, idiomas distintos. La relativa homogeneidad de raza y de idiomas que hoy gozan – suponiendo que ello sea un gozo -, es resultado de la previa unificación política. Por lo tanto, ni la sangre ni los idiomas hacen al Estado nacional, antes bien, es el Estado nacional quien nivela las diferencias originarias, mediante la violencia institucionalizada previa, conquista de un ejército y bajo su constante “tutela” mientras los conquistados mantengan su conciencia, de una forma u otra, de pertenencia a otro Estado”.
Conviene recordar también lo que decía el lingüista J. Garrido Medina para el castellano, pero que vale perfectamente para el idioma francés: “No se trata, entonces, de una lengua del pueblo elevada a lengua de Estado, sino de un Estado que impone su lengua. En ese sentido transcurre la historia: primero se diferencia el castellano (o el francés) como variedad románica, luego se difunde hasta llegar a ser el idioma general de la nación”.
España y Francia quieren ser Estados-nación, por tanto son creados de arriba a bajo, es el gobierno imperialista quien impone a los pueblos sometidos sus intereses, “a partir de ahí se justifica el estado por ser una nación, pero ésta fue brutalmente creada primero” (Joseba Ariznabarreta), frente a Nabarra, un pueblo o nación que se da un Estado: naciones-Estado, de abajo a arriba, un pueblo que se constituye en sujeto político para darse un Estado democrático con el que defender sus intereses económicos e idiosincrásicos (culturales, idiomáticos, administrativo-legales etc.).
El latín fue el idioma oficial y lengua franca de comunicación durante siglos en tres continentes. Según cayó el Imperio Romano, el Estado que lo sostenía, fue retrocediendo su uso pasando a ser básicamente mero idioma litúrgico de la Iglesia, hasta hablarse en la actualidad sólo en…¡el Vaticano!, es decir, allá donde es idioma de Estado, ni tan siguiera la Iglesia ha podido mantener su uso fuera de las columnas vaticanas. El caso del latín es paradigmático de la imposibilidad de un idioma para sobrevivir a largo plazo sin ser idioma de Estado.
Por último, es una obviedad histórica, que los Estados español y francés (descabalgado del poder el Vaticano, convertido en mero comparsa), seguirán poniendo todos los medios posibles para la desaparición de cualquier idioma que no sean los del imperio: el francés y el castellano.
“El imperialismo es: genocidio/etnocidio, expolio y explotación” Joseba Ariznabarreta “Pueblo y Poder”.
Beñi Agirre, 10/06/2010: “Franko-espainiarrek gure herria okupatu eta gure lanaren errenta beretu ondoren, identitate euskalduna erabat ezabatzeko erasoan datoz”. 
-Alots Gezuraga-                     Angel Varela Garcia.

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